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Crítica

Crítica LOS HOMBRES LIBRES DE JONES

Estimulante recreación de época y recuperación de un personaje histórico que reivindica la interminable lucha por las libertades civiles.

Critica - Los hombres libres de jones

En el cine es frecuente acudir a episodios de la Historia que tienen un reflejo en el momento actual. El cine no es Historia, no se puede esperar fidelidad sobre unos hechos, sino más bien fabulación, reconocimiento o especulación sobre cómo fueron.

El reconocimiento a la persona de Newton Knight y lo que sucedió en el Condado de Jones del estado de Misisipi durante la Guerra de Secesión es lo que ha motivado al guionista y director Gary Ross a trabajar 10 años hasta lograr hacer Los hombres libres de Jones. No es para menos, porque la historia de Knight es realmente singular y tiene proyección en la actualidad, con las heridas de una crisis aún abiertas y los recientes conflictos entre policía y población negra.

No es de extrañar que a Ross le interesara Knight cuando supo de su existencia, interés que se redobló al comprobar la escasez de bibliografía sobre él. También porque Ross se ha interresado en toda su filmografía por estos héroes anónimos que, sin grandes virtudes, perciben e incluso lideran un cambio social. Esa rasgo está en los guiones que le hicieron conocido, Big (Penny Marshall, 1988) y Dave, presidente por un día (Ivan Reitman, 1993); y también en su notable paso a la dirección con Pleasantville (1998), Seabiscuit (2003) e incluso la muy popular Los juegos del hambre (2012). Todas ellas relatos donde un individuo anónimo se ve superado por unas circunstancias adversas y su honestidad de persona corriente le hace superarlas.

Knight podría decirse que es la quintaesencia de ese modelo: un desertor que encabeza a un grupo de esclavos negros y minifundistas para rebelarse contra la jerarquía militar y su abuso al recaudar impuestos. Si bien el guión de Ross se toma licencias para resaltar al protagonista, ya que dicha rebelión sobrevino por la ley que obligaba a los pequeños terratenientes sin esclavos a combatir mientras que los esclavistas más ricos no lo hacían, su peripecia está bien revelada.

Además, hay un hecho que probablemente enamorara a Ross por encima de sus héroes anteriores. Knight no se había quedado en un simple guerrillero sino que, una vez liberado el Condado de Jones donde vivían, creó un estado igualitario sin racismo ni diferencias de género, adelantándose más de 100 años a lo que sería la democracia americana. La propia esposa de Jones, Rachel, una negra liberada, heredó las tierras de Knight y fue una de las primeras terratenientes de los Estados Unidos.

Crítica

Todo el metraje de Los hombres libres de Jones señala un gran trabajo técnico y dedicación en el proyecto, el interés de quién quiere dejar huella. La recreación de la época transmite verosimilitud con un diseño de vestuario, decorados y atrezzo que asombra mostrando lo que puedo haber sido el penoso modo de vida de la clase baja en Misisipi: soldados, esclavos, agricultores… basta oír el sonido de los disparos o el piano del bar como muestra del celo del cineasta en su intención.

Ross ha contado con la implicación clave de Matthew McConaughey que se empapa del personaje y vuelve a dar una muestra de lo que puede dar de sí como actor más que superada ya su etapa juvenil y musculada. El segundo e importante cómplice ha sido el director de fotografía Benoît Delhomme al que Ross eligió por otras recreaciones de época en trabajos anteriores y que ha sabido captar la intención del cineasta al huir de grúas, rodar con trípode y luz natural en exteriores trasladando al espectador la humedad asfixiante de la zona que ayuda a entender la opresión bajo la que vivían los personajes. Las secuencias en el pantano son especialmente logradas en este sentido.

Más allá de la justa reivindicación del personaje y su visión adelantada sobre la sociedad Los hombres libres de Jones destaca por unos brillantes primeros 45 minutos, los correspondientes a la formación del grupo rebelde hasta la proclamación del Estado Libre de Jones, en los que la narración fluye a través de los hechos más que en las palabras. Ross no necesita que cada personaje diga en algún momento quién es y a qué aspira, sino que tiene la inteligencia de que los actos de éstos que vemos hagan deducirlo. De ese modo, en esa primera parte, puedes conocer de primera mano la espiral de desagravios que el protagonista va conociendo y los vínculos que crea para colegir que es necesario enfrentarse a lo que les está sucediendo.

La segunda parte de la cinta deriva a una narración más hagiográfica y previsible, en la que incluso se intercalan secuencias ambientadas en los años 30 ilustrando los juicios que sus descendientes aún sufrían por las leyes racistas de la época y en las que todavía alegaban la valentía de su antepasado para defenderse. Es un peaje de comercialidad y subrayado innecesario que toda película norteamericana de gran estudio tiene que pagar para alcanzar a todos los públicos y conseguir la satisfacción del espectador por el precio de la entrada.

A pesar de ello, Los hombres libres de Jones tiene momentos espléndidos y un gran trabajo de su protagonista. Y el aficionado al cine podrá compararla con la reciente12 años de esclavitud (Steve McQueen, 2013) para distinguir cuando hay un trabajo esforzado de cine en una película y cuando sólo espectáculo gratuito y aspavientos.

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