Crítica de ‘Underworld: Guerras de sangre’ (Anna Foerster, 2016)

Juego de cromos
Underworld (Len Wiseman, 2003) fue una película con un gran éxito en taquilla que inauguró una saga basada en una estética gótica, una fotografía oscura, una violencia refinada, la lucha entre dos facciones representativas de la ciencia ficción y la presencia ceñida en látex de Kate Beckinsale. Un cóctel perfecto para un público predispuesto a seguir a sus personajes de ficción y sus conflictos a lo largo del tiempo, como luego sucedió con el fenómeno de las series en los canales de pago.
Underworld: Guerras de sangre es la quinta entrega de esta serie que ya ha sobrevivido a la moda de las trilogías y se adentra en una continuidad dudosa dada la degradación que ha venido mostrando cada episodio.
Cartel ‘Underworld: Guerras de sangre’ con Kate Beckinsale
Crítica de ‘Underworld: Guerras de sangre’ dirigida por Anna Foerster
Con una estética y tema que bascula entre el anuncio de perfume sofisticado y el capítulo de Juego de Tronos, el debut de Anna Foerster en el largometraje no ha sido muy afortunado. La directora, proveniente de cargos técnicos y al frente de varios capítulos en series conocidas, firma una película torpona y simple, si bien el guión y la producción que la han arropado han de contarse como los más pobres de la saga.
Con un casting que sólo contaba con el peso de la protagonista, el emergente Theo James y Charles Dance respecto a otras entregas, la lucha entre vampiros y licántropos por el liderazgo y la victoria final pasa sin pena ni gloria a la espera de las escenas de acción y efectos especiales, demasiado pensadas para un lucimiento fugaz del 3D.