Connect with us

Crítica

Crítica STOKER (Park Chan-wook, 2013)

Intento de revisión del mito vampírico que se distrae en las anécdotas sin llegar a tocar sus fundamentos.

Stoker - Nicole Kidman

Los Monsters, los Adams y los Stoker

Wong Kar-wai, John Woo, Hideo Nakata, Ang Lee, Takeshi Kitano, Kim Jee-woon, y ahora su compatriota, el surcoreano Park Chan-wook, ha sido el último en engordar esta larga, alucinante y modélica lista de cineastas asiáticos emigrados a EEUU, cineastas de apabullante y reconocible personalidad.

Corea del Sur en concreto se ha convertido en los últimos años en una especie de Edén, de Olimpo de creadores audiovisuales de prolíficas, exportables e hiperactivas carreras. Kim Ki-duk, Bong Joon-ho, Na Hong-jin, Hierro 3, The Host, The Yellow Sea… sabemos de lo que estamos hablando.

Lo primero que pensé cuando escuché por primera vez el título, Stoker, es que Park Chan-wook había quedado encapsulado en el mito vampírico como el mosquito-ámbar spielbergiano y necesitaba regresar a los paisajes draculianos por los que ya se adentró en Thirst, o quizá narrar un biopic de Bram Stoker, o simplemente Thirst 2. Anécdotas y especulaciones aparte, lo que esperaba, y tras sentarme en la butaca revisando el inquietante precio de la entrada, un ritual ya habitual desde que la luz de la sala dilata las pupilas hasta que las luces de los tráilers las contraen, era encontrarme, como mínimo, con un puñado de secuencias visualmente deslumbrantes, violencia estilizada y algún que otro imprevisible momento que me dejase K.O.

Afortunadamente todo eso sucedió, Stoker cumple sobradamente con las expectativas de alguien de quién por desgracia ya no esperas otro Old Boy pero sí al menos algo que se le parezca lo suficiente como para justificar los 7,50€ de la entrada.

La araña, el sacapuntas, las cajas de zapatos o las esferas de piedra fueron algunas de las primeras imágenes ocultas en algún zulo de mi subconsciente nada más terminar la proyección. Según pasaban las horas empecé a encajar las piezas y a darme cuenta de que precisaba de un segundo visionado, a ser consciente de que acababa de ver una película del director de La Trilogía de la Venganza. Park Chan-wook es Park Chan-wook, probablemente esté tan atrapado en sí mismo como el protagonista de Old Boy y no creo que de momento tenga intención alguna de resetearse.

La historia… bueno, un thriller de suspense, un drama doméstico, una fábula, lo que hayáis podido leer en las sinopsis, qué más da, lo importante, al menos para mí, es algo que se dice al principio, una declaración de intenciones que argumentalmente no desvelaré, algo sobre la importancia vital de verlo y oírlo todo, de qué ver y cómo verlo o qué oír y cómo oírlo.

No sé cuánto de esto habría en el guión original del también protagonista de Prision Break, Wentworth Miller, pero poco importa, como suele suceder, el imperio visual y sonoro del surcoreano arrasa con todo lo que encuentra a su paso.

Clint Mansell pone música a este cuento perverso innegablemente hitchcockiano en el que Nicole Kidman lucha por controlar su botox en el interior de una madriguera de conejos con una Alicia que ya no quiere que sigan llamándola Hannah Montana.

Clic para comentar

Deja tu opinión

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

2 × tres =

Acepto la Política de privacidad

Más artículos