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Crítica de ‘La corona partida’
Si se tiene la oportunidad de comparar en una misma tarde la ambición narrativa y de producción que hay entre obras como El dorado y La corona partida se hace explícito el momento por el que pasa el cine en España. La película de Saura, con todos sus errores e imperfecciones, es una obra de autor con ambición y vuelo más allá de narrar la peripecia de Hernán Cortés en tierras mexicanas. La corona partida es la prolongación de una serie, Isabel, que apenas despega respecto a la apuesta narrativa del serial televisivo.
En La corona partida se narra la disputa de poder que se produce tras la muerte de la reina Isabel (Michelle Jenner), dejando Castilla con la posibilidad de ser gobernada por su marido Fernando (Rodolfo Sancho) o Felipe el Hermoso (Raúl Mérida) en virtud de su matrimonio con su hija Juana (Irene Escolar) a la que se apodaría “la loca”.
Concebida y realizada probablemente en continuidad a la serie Isabel y justo antes de Carlos Rey Emperador para abrir otras ventanas de comercialización de estos productos, La corona partida adolece de cualquier elemento que la distingan como cine frente a su predecesora y sucesora televisiva.
Con una realización absolutamente plana y carente de la más mínima intención narrativa, Jordi Frades se despacha los setenta y cinco primeros minutos de un guión pobre y reiterativo combinando únicamente dos tipos de secuencia: las que aparece gente hablando o las que aparece gente cabalgando. Y ni siquiera en las primeras muestra otra habilidad narrativa que la de montar un plano máster con varios planos y contraplanos de los personajes que hablan.
A pesar del esfuerzo de los departamentos artísticos de vestuario, atrezzo e iluminación, los creadores del filme no logran distinguir visualmente cuando estamos en España o en Flandes, ni visualizar más allá de un par de gritos y gestos adustos la confrontación de intereses de poder que narran, reduciendo el reparto del mundo que esa disputa suponía a un mero conflicto familiar.
La locura progresiva de Juana, dividida entre su familia y su esposo, anima un poco más al director que se atreve a algún travelling y steady-cam en los momentos más ásperos de su cuita, pero con la extraordinaria torpeza de robar al espectador y a la actriz Irene Escolar la recreación de su desesperación al situarla constantemente de espaldas y gritando por una ventana. Es difícil justificar semejante torpeza, más cuando existe una obra en España, Juana la loca (Vicente Aranda, 2001), que basó su éxito en la extraordinaria intensidad que consiguió visualizando esta aflicción en la interpretación de Pilar Pérez de Ayala.
Ni el esfuerzo de Fernando Guillén Cuervo, ni la intención de Jose Coronado, ni la maestría de Eusebio Poncela como Cardenal Cisneros, protagonista de la única escena salvable de toda la película, salvan esta cinta del tedio más absoluto, incluso hasta llegar a la irritación, pues se atisba que es una gran oportunidad perdida para realizar una película notoria.
Tráiler de ‘La corona partida’ de Jordi Frades
https://youtu.be/7bwhf3Dc1Dg
Manuel Rivero
Cinéfilo de vocación, crítico por afición.
Una película es buena si consigue lo que pretende.
Es todo lo contrario a lo que dice la crítica. La corona partida es una gran película, muy superior a la anterior versión de Vicente Aránda que solo trataba la parte amorosa. Aquí se trata la lucha por el poder entre otras cosas.y està muy bien interpretada por todos los actores. Y tiene escenas de una gran calidad estética. Muy recomendable.