Premio
Día 7: El mundo está loco, loco, loco

El Documenta Madrid 2013 se acerca a su final: es su penúltima jornada y la primera en la que voy a la sesión matutina, que sólo hay los fines de semana.
La película, que formaba parte de las cintas a competición en la sección oficial, The Act of Killing, dirigida por Joshua Oppenheimer, Christine Cynn y un tercer director que decidió permanecer en el anonimato debido a lo delicado del tema tratado, resulta buenísima. Entre el público, Salomé Lamas, directora de Terra de Ninguem, exhibida el día anterior y con la que The Act of Killing resulta tener mucho que ver, y el premiado director español Elías León Siminiani. Me resulta difícil hablar sobre esta cinta por lo dura que es y por el siniestro parecido entre la guerra civil indonesia y la española (otra vez el tema recurrente en esta edición del festival).
La película, coproducida por Werner Herzog, cuenta con dos tipos de secuencias bien diferenciados: las que constituyen la parte puramente documental de la obra y las que los directores crean escenarios de película de Hollywood. En estas, según palabras de la codirectora Cynn, se trataba de una manera de dar espacio a los personajes para que se explayen y mostrar así su más profundo ser. Sin duda, lo logran y la combinación de estos dos estilos no resulta chirriante en absoluto, sino que conforma una obra de gran calado en la que se tratan temas como la reconciliación, el perdón, el arrepentimiento, la redención y el karma.
La personalidad de su protagonista absoluto, el gángster Anwar Congo, resulta adecuadísimo al tono de la cinta o, mejor dicho, es el que crea la cinta. Valió la pena el duro trabajo de casting de los directores, pues, como me dijo Cynn, antes de él contactaron a otros cuarenta gángsters: Congo fue el número 41.
Por la tarde decido desplazarme al Cine Doré para ver, en la sección retrospectiva, Canet Rock (Francesc Bellmunt, 1976), pero, pese al buen trabajo del entrevistador, Ángel Casas, un ídolo particular mío, los largos solos de la parte musical de la cinta me hacen abandonar la sala.
Dudo si ir a ver a continuación Función de Noche (Josefina Molina, 1981) o Cada Ver Es… (Ángel García del Val, 1981) y al final me decido por la última, que no había visto antes. La decisión resulta acertadísima pues se trata, quizá, de mi gran descubrimiento en este festival, tanto por la calidad de la obra como por la personalidad de su protagonista, Juan Espada, trabajador del depósito de cadáveres de la Facultad de Medicina de Barcelona, que resulta ser una persona tierna y compleja que desnuda su personalidad ante las cámaras.
Por último, veo Animación en la Sala de Espera (Carlos Rodríguez Sanz y Manuel Coronado, 1981) en la que se trata el otro tema recurrente de este Documenta Madrid 2013: la locura y la polémica en torno a la reclusión de los enfermos mentales. La cinta resulta conmovedora, muy bien rodada y montada y con grandes aciertos formales.
