Premio
Festival de San Sebastián 2013: Balance y palmarés
Mucho se ha discutido estos días sobre la edición más bien floja del Zinemaldia. Floja en cuanto a calidad de las películas programadas y en cuanto a cantidad de las estrellas que han desfilado por la alfombra roja.

Mucho se ha discutido estos días sobre la edición más bien floja del Zinemaldia. Floja en cuanto a calidad de las películas programadas y en cuanto a cantidad de las estrellas que han desfilado por la alfombra roja.
San Sebastián es un festival que tiene que competir (esa es la palabra) con Cannes, Venecia y Berlín -los otros festivales de clase A- por acoger estrenos mundiales. Pero es que ahora le crecen los enanos en forma de mercado mastodóntico: Toronto; y en forma de festival de vanguardia: Locarno.
Con estos condicionantes, y también por fechas, es muy complicado que San Sebastián pueda sacar la cabeza, pues el pescado ya se ha vendido antes en otras plazas. Entonces, ¿qué sentido tiene el Zinemaldia? ¿Es necesario?
Sinceramente, creo que no se le echaría de menos. San Sebastián no es un festival especializado como puede ser Sitges, y su ausencia está más que de sobra cubierta por los grandes festivales generalistas de clase A, antes mencionados.
Pero por otro lado, hay cosas que están funcionando y además muy bien en San Sebastián y sería una faena que desaparecieran. Me refiero al programa Cine en Construcción. Esta iniciativa actúa como espacio de resistencia en favor de un cine latinoamericano que necesita de este marco para lanzar proyectos adelante. Gloria de Sebastián Lelio, triunfadora en Berlín y Pelo malo, la flamante Concha de Oro de esta edición, son dos buenos ejemplos.
Pelo malo es una película que se valora más por lo que no se ve pero se intuye. Por sus imágenes se cuelan las vibraciones de un país contradictorio, convulso y vivo: Venezuela. San Sebastián debería hacer mucho más hincapié en explotar esta veta y convertirse en el referente del cine latinoamericano, siendo como es, el único festival de clase A de habla hispana.
Además de la citada Pelo malo como Concha de Oro, el palmarés de esta edición reveló otra gran triunfadora: La herida que se llevó el Premio Especial del Jurado y la merecidísima Concha de Plata a la mejor actriz para Marián Álvarez.
El guión de Quay d´Orsay y Jim Broadbent, el actor de Le Week-end, fueron las excepciones de un palmarés 100% hispano.
Palmarés oficial
- Concha de Oro – Mejor Película: Pelo malo, de Mariana Rondón
- Premio Especial del Jurado: La herida, de Fernando Franco
- Concha de Plata – Mejor director: Fernando Eimbcke, por Club Sándwich
- Concha de Plata – Mejor actor Jim Broadbent, por Le Week-End
- Concha de Plata – Mejor actriz Marián Álvarez, por La herida
- Mejor Guión: Quay D´Orsay, de Bertrand Tavernier
- Mejor Fotografía: Caníbal, de Manuel Martín Cuenca
- Premio FIPRESCI: Quay D´Orsay
- Premio Zinemira – Cine vasco: Asier Eta Biok, de Aitor Merino
- Premio del Público: Like Father, Like Son, de Hirozaku Kore-eda
Os dejo también mi particular clasificación de lo más notorio en la sección oficial del Festival:
- Club Sándwich: 9
- For Those Who Can Tell No Tales: 8
- Le Week-End: 8
- Quay D´Orsay: 8
- Caníbal: 7
- Vivir es fácil con los ojos cerrados: 7
- Enemy: 7
- Mon Ame par Toi Guérie: 7
- La herida: 6
- Pelo malo: 6
- The Railway Man: 5
- Devil´s Knot: 5
- October / November: 4
El Zinemaldia siempre depara grandes sorpresas en forma de películas que sin hacer mucho ruido se han ido ganando a la audiencia. Si el año pasado fue La casa Emak Bakia de Óskar Alegría, este año la sección Zinemira (dedicada al cine vasco) nos ha vuelto a sorprender con Asier eta biok de Aitor Merino.
Otras joyas que han dejado huella en los espectadores más entrenados han sido Gente en sitios de Juan Cavestany y Norte de Lav Díaz, un monumental fresco cinco horas sobre el crimen y castigo, que unos pocos privilegiados degustaron el último día del festival.
Parte de la culpa de que el presupuesto del Zinemaldia haya sido más exiguo, la tiene la inversión realizada en equipo técnico (proyectores, digitalización, etc.). Y esa inversión ha sido amortizada con creces, pues el 3-D ha sido otro de los protagonistas de esta edición. De hecho, la Sección Oficial se ha inaugurado (Futbolín de Juan José Campanella) y clausurado (El extraordinario viaje de T. S. Spivet de Jean-Pierre Jeunet) con dos películas con gafas. Pese a ver reducido su presupuesto drásticamente y haber sido la edición con menos glamour y estrellas que se recuerde, el público ha respondido como nunca.
Pero sin duda, el bombazo en este formato ha sido Gravity, que más allá de un guión circense, supone una intensísima experiencia emocional y casi sensorial. Hora y media de fascinación y gravedad cero.
Ya durante los días previos al festival, se colapsaron los servidores de venta de entradas. Las colas kilométricas en las puertas de los cines ha sido la tónica habitual; así como, el gomet rojo junto al título de la película, que indicaba que se habían agotado las entradas. Ha sido una locura de asistencia, llegando a casos de overbooking como en el pase de Las brujas de Zugarramurdi, o de colas formadas más de hora y media antes de que empezara la película, como ocurrió con Gravity.
